Convocatoria 15º Aniversario de Viví Libros – Última Parte

¡Así seguimos nuestro festejo de los 15 años de trabajo y lo compartimos con todos ustedes!

Cuarto grupo de participaciones de los Microrrelatos Fiestas de Cumpleaños:

Giselle y sus 30a cumpleaños

Giselle es una muchacha de bellos rasgos: ojos castaños con mirada soñadora, sonrisa amplia, y una oscura cabellera que la convierte en una mujer inquietante. Aunque cada vez que Giselle se mira al espejo ve a una chica que se arregla, se maquilla y se prepara para encarar su día; para descubrirle un nuevo sentido a ese cotidiano vivir; y espera en secreto, tropezar con una alegría inesperada….Luego se sumerge en su trabajo, en sus lecturas, en las discusiones con sus amigas, así nutre su vida…aunque siente que a esa vida le falta…algo…

Se acerca la fecha de su cumpleaños; le gustaría pasarlo lindo: ¡voy a cumplir 30 años!, se repite, cambio de década; ¡hay que festejar! (se lo dice para mejorar su ánimo y estimularse). Sus amigas, al verla con tanta mezcla de dudas y tristeza, le proponen armar ellas el festejo de su cumpleaños, así no se complica. No te preocupes, le dijeron: nos reunimos en casa (de una de ellas) y preparamos cosas ricas. Ponete linda, que el resto lo hacemos nosotras. Giselle se preparó para la ocasión: se puso un vestido rosa lleno de flores rosas/más/oscuras como si fuera un jardín….rosado…Se maquilló y cepilló su hermoso pelo y se puso brillos en los párpados…digamos que se preparó a full. Cuando llegó al lugar se encontró con sus amigas y con otras, de otros tiempos; en el que habían quedado….perdidas…Ahora estaban todas juntas allí!!! Y la esperaban rodeando la mesa donde se veía una especie de castillo hecho con quesos, cerezas, saladitos, rodajas de ananá y otras cosas ricas. A través de los agujeros del queso se reflejaban lucecitas (de velas colocadas por dentro del ‘castillo’).

La invadió la emoción y la alegría!!! Sería la que estaba buscando? Brindaron, charlaron, comieron…faltaba la torta o equivalente donde se sopla la velita y se le canta al cumpleañero/a. Luego de transcurrir esa alegre velada entre charlas y risas, se apagó la luz. Se sintieron ruidos inquietantes…parecidos a los que se escuchan en las películas de terror…Y de pronto, apareció una calavera, con luces y humos de colores. ¡¡¡Todos aplaudieron y le cantaron a la cumpleañera!!! Al encender la luz, se vio que la calavera era un ananá, con ventanitas también; pero rellenas de dulces, de chocolates, y de sorpresas riquísimas. No estaba acostumbrada a festejar sus cumpleaños, así que éste le pareció espléndido…ya no le faltaba nada…Que lindo tener amig@s…Giselle se sintió feliz. Esto le da un nuevo sentido a mi vida, se dijo… que hermosa sorpresa. ¡¡¡Fue un cumpleaños inolvidable!!!

Sonia Cesio
Ciudad de Buenos Aires, Argentina

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LA FIESTA

Durante año y medio planearon minuciosamente la fiesta. Recorrieron salones, estudiaron propuestas de catering, vieron cientos de revistas de moda y las tendencias en vestidos de quinceañeras.

Mariela vivía los quince años de su hija con expectativa y ansiedad por momentos desmedidas, estaba obsesionada y monotemática, su vida giraba en torno al cumpleaños, a la fiesta, tanto o más aún que Nicoletta. Ella no quería romper la ilusión de su madre que en reiteradas ocasiones le había dicho con nostalgia en sus ojos, aguantando las lágrimas, que iba a ser la fiesta que ella no tuvo.
Nicoletta interiormente fantaseaba con la posibilidad de un viaje con amigas, quería salir de la rutina y el tedio, de las obligaciones y la presión diaria que sus padres imponían para que fuera una hija ejemplar. Tanto la estresaba, que quería sentirse libre por un momento. Por más que lo pensó durante un largo tiempo nunca se animó a plantearlo, seguro rompería el corazón a su madre.

El ruido de la lluvia despertó a Mariela. Se levantó preocupada, miró hacia la calle e inmediatamente se puso a orar. Pidió a todos sus santos que dejara de llover, les prendió velas e hizo un sin fin de simpatías con el ofrecimiento de una promesa de dudoso cumplimiento. San Expedito te prometo que si me cumple mi deseo ¡dejo de fumar! ¡eso es! ¡Por favor escúchame! sé que casi siempre me acuerdo de ti cuando te necesito pero… ¡por favor escúchame!

Dicho esto se puso a preparar el desayuno para despertar a Nicoletta, la jornada era larga y hoy era el gran día.

Fueron disfrutando de las diferentes instancias, peluquería, maquillaje, hasta que llegó el momento de ir por el vestido.

Mientras Nicoletta descansaba, Mariela llegó a la hora acordada a la casa de la modista y tocó timbre con ímpetu. Esperó unos minutos volvió a tocar por si no habían escuchado. Mientras esperaba se puso a mirar el frente de la casa, que hasta ahora había pasado desapercibido. Era antiguo, mostraba grietas y deslucía unas viejas y gastadas molduras. Mariela volvió a tocar con mucha insistencia pero nada. El contestador del teléfono móvil de la modista le dio la pauta de que algo no estaba bien. Se disponía a tocar timbre de nuevo cuando vio a una señora mayor, con dificultad al caminar por su sobrepeso que intentaba salir de la casa contigua.

-Disculpe señora, ¿No sabe si Doña Enilda está?

La señora se incorporó lentamente para mirar a Mariela mientras se agitaba por el esfuerzo.

-Doña Enilda está en el hospital, internaron de apuro a su esposo.

En ese instante a Mariela se le pasaron mil imágenes y posibles resultados tantos que se puso a llorar desconsoladamente. ¿Dónde conseguiría un vestido bordado con delicadas mariposas y finas flores? ¿Cómo iba a hacer para que esto no destruyera todo el esfuerzo y la dedicación que había puesto en esta fiesta? Mariela lloraba desconsoladamente, no había excusa que pudiera calmar su angustia, su dolor. En ese momento la voz de la señora la trajo a la realidad.

-¿Disculpe le pasa algo?

Era tanta la angustia que Mariela tenía que estaba ahogada, no le salían las palabras. Intentó ser cortés con la anciana y contestar pero únicamente podía llorar.

-¿Necesita que llame a un doctor? o ¿a algún familiar?

Mariela movió la cabeza de un lado a otro. Estaba desorientada, perdida no sabía que iba a hacer como iba a solucionar el inconveniente. Se intentó contactar nuevamente con la modista, pero de inmediato respondía el contestador pidiendo que deje un mensaje.

-¿Señora está bien?- Volvió a preguntar la anciana.

Mariela asintió con la cabeza. Esta vez dijo tímidamente: “Sí disculpe”.

Mariela quería agotar todas las posibilidades de contactarse con la modista antes de buscar otra alternativa pero no pudo hacerlo, el contestador se activó enseguida.

Era tanta la adrenalina que tenía que decidió solucionar el tema ¡ya!

Llamó a Nicoletta para decirle que tenía que salir en busca de un vestido a lo que su hija muy suelta y tranquila respondió:
Pero… ¿Por qué mamá? Si el vestido llegó recién, lo trajo un mensajero.

Roberto Cordero
Montevideo, Uruguay

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Cómo comportarse en un cumpleaños

En los cumpleaños se estila hacer una torta. Después de comer, viene un rato de charla, hasta que en un momento, alguien apaga las luces. Seguro que, ahí, es cuando traen la torta con una velita arriba. La velita puede venir ya prendida desde la cocina, pero también puede suceder, que la prendan adelante tuyo. Algún valiente empieza a cantar algo muy parecido al “Payaso Plim Plim” y el resto se va sumando. La tonalidad final varía mucho según el grupo de invitados. Cuesta mucho afinar esta canción que se conoce como “Feliz Cumpleaños”. Vos no te asustes por eso. Mantenete entusiasta, sonriente, y si te sale adoptar una expresión de disfrute, mejor. Puede haber palmas. Cuando veas que todos terminan de cantar, pedís los tres deseos. Se piden para adentro, nunca en voz alta, y después soplás la velita hasta que se apague. Es importante soplar sin escupir. Apenas esto sucede, se instala la incomodidad de la tarea cumplida y no sabés qué hacer con los brazos ni con las comisuras de los labios. Quedate sentado. Esperá que los invitados se acerquen a saludarte con un beso, mientras te dicen: “feliz cumpleaños, che”.

Si hay nenes en la celebración, se prende la velita otra vez y se canta esa canción que te dije antes o una que empieza con “feliz, feliz en tu día”. Atento: en esta segunda vuelta los que van a soplar, son los chicos. Está muy mal visto si vos querés meterte soplando por encima o si intentás pedir los tres deseos para adentro, otra vez. Así, se convertirían en seis deseos de cumpleaños y todos saben que eso es realmente un exceso.

Cecilia Cavallo
Ciudad de Buenos Aires, Argentina

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¡Muchas gracias a todos los participantes que nos confiaron sus relatos y a los lectores!

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