Microrrelatos Crónicas de viajes Tercera parte

Compartimos una nueva tanda de Microrrelatos que llegaron a la Convocatoria Aniversario de Viví Libros 2018! Recuerden que hay tiempo hasta el 10 de agosto próximo para presentar.

LA PARTE BUENA DE LA HISTORIA

Era lunes. Lunes en Cayo Guillermo, Cuba.
Ya nos volvíamos
Habíamos llegado en taxi. En un taxi que manejaba Francis, un cubano amable y buena persona. Pero nos volvíamos en avión. Así aprovecharíamos ese último día en la Havanna.
El transfer nos alcanzó al aeropuerto. Hicimos el cheking, nos revisaron y nos derivaron a una sala de espera donde sólo había un bar que vendía café y algunas galletitas que se acabaron pronto .Pero no importaba porque la salida estaba programada para las 10.30 de la mañana y casi eran las nueve…
Las horas comenzaron a transcurrir y la pantalla nos dio su primer aviso: delayed…Cerca de las 12.30 nos acercamos a preguntar…el avión estaba en reparaciones en Olguín, todavía no podían asegurarnos que llegara…Todos comenzaron a ponerse nervioso. Una jovencita se puso a gritar, otra lloraba. Es que varios tenían conexión con otras aerolíneas y perdían sus vuelos.
A las quince nos dieron un sándwich y una gaseosa (estábamos hambrientos!) A las dieciséis nos subieron a un micro sin darnos mayores explicaciones.
Llegamos a la Havanna cerca de la una de la mañana.
Nosotros no pudimos entrar a nuestro alojamiento porque debido a la hora nunca nos abrieron la puerta.
Gracias a dios cerca había un hotel con una habitación libre. ¡Nos salió carísimo! Pero nuestro cansancio no daba para regateos…
Y ya era martes, por suerte volvíamos a nuestro país.
No fue mucho después que nos enteramos del avión que se estrelló y pudimos ver la parte buena de la historia.

Viajera
San Justo, Gran Buenos Aires, Argentina

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LOS ÁRBOLES

A los costados del camino, que sin decir agua va te lleva hacia el sur, los árboles no sólo mueren de pie, sino que tampoco se dedican a perder el tiempo haciendo aspavientos o morisquetas, nada que ver con lo que aseguran algunas leyendas, pues los árboles simplemente están ahí parados, y representan el papel de testigos impasibles de lo que podría haber sido una región mejor, dotada de mayores sentidos.
Pero al parecer la cosa no funcionó de la manera esperada.
Entonces los árboles, ya debidamente ataviados como tales, se dan el lujo de mirar pasar a los viajeros sin que se les mueva una sola hoja de las tantas que integran el follaje a su cargo, y si por una de esas casualidades alguna de las hojas se declara en rebeldía y debido a motivos por demás ventosos llega a moverse un poco para un lado o para el otro, el mismo camino se ocupa de encarrilar las cosas y vuelve a poner a la hoja en su lugar de toda la vida al aire libre pero no tanto, que en este caso puntual se trata del lugar desde donde se mira pasar el para nada beatífico desfile de los caminantes.
A esta altura de la evolución de la especie, los caminantes son tantos y tan variados que cuesta un Perú y la mitad de otro enfocar los detalles y las circunstancias de uno en especial. Pero la visión de conjunto, más allá de alguna que otra interferencia o excepción al margen de cualquier dislate, a fin de cuentas no resulta tan mala y ni siquiera merece un aplazo, pues les permite a los árboles sacar conclusiones generales, producir una cantidad indefinida de cierta savia de bondad, y sobre todo les permite no hacer leña del caminante caído, algo que hoy en día es considerado por los propios transeúntes como parte de un mérito por demás considerable, aunque muchas veces esta acción se pierda en el bosque de las indiferencias y pase desapercibida.

Mario Capasso
Villa Martelli, Gran Buenos Aires, Argentina

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LA MAGIA DE VENECIA

Mi marido y yo conocimos Venecia en octubre de 2011. Si magia es lo que nos emociona, aquello que despierta nuestra fascinación, que nos envuelve en un manto de asombro y nos hace suspirar, Venecia es mágica. Nuestro recorrido comenzó en las aguas del Gran Canal, navegando por ellas en el vaporeto, en una mañana soleada del otoño europeo. Mirando hacia ambos lados, vemos los edificios medievales, algunos pintados en tonos pasteles, mientras algunas góndolas acompañan nuestra travesía. Tenemos la ilusión de encontrarnos en un lugar detenido en el tiempo, y la sensación de estar dentro mismo de una postal, o en un sueño del que no queremos despertar. La magia reaparece en la Plaza de San Marcos, con sus típicas confiterías donde las orquestas en vivo ofrecen tradicionales temas melódicos, que las palomas acompañan con su revolotear. Desde la misma, podemos ver el Palacio Ducal. Este edificio en que se distinguen tres alas, alberga gran cantidad de obras de arte. En él funcionaban la casa privada del Duque, era sede de gobierno y palacio de Justicia. Luego visitamos sus salas, oficinas, y los calabozos, desde donde los condenados a muerte eran llevados atravesando el “puente de los suspiros”, desde el cual verían por última vez el Adriático. Siguiendo con nuestro paseo, vemos el otro puente, el Rialto. Construido originalmente en madera, destruido varias veces, y finalmente inaugurado en 1592 siguiendo un proyecto de Andrea Da Ponte, quien propuso una arcada lo suficiente-mente alta para que pudiera cruzar por debajo de ella una góndola sin mástil. Muchas historias de amor y muerte se tejieron en su entorno. Las callecitas serpenteantes, sus negocios de antigüedades y libros, y las tiendas de máscaras, que con sus brillos, colores y formas, parecen mirarnos desde sus vidrieras, e invitarnos a participar de su mundo enigmático. Con sus puentes, sus teatros, sus trattorías, a la caída del sol en el atardecer, con sus museos e Iglesias, nos conmueve, ilusiona y rejuvenece. Por todo esto, Venecia es mágica

Claudia Muente
Ciudad de Buenos Aires, Argentina

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El sonido era tan imperceptible como constante… encendí la linterna y el interior de la carpa tomó la fantasmal forma de una iglesia abandonada; con el haz de luz intenté localizar el punto exacto de esa armónica vibración y ese acto curioso sin éxito me llevó a salir al espacio nocturno, donde comprobé que era una formidable caja de resonancia que invadía por completo mis sentidos… ese momento de soledad fue enmarcado por el paso de una estrella fugáz.

RODOLFO OLIVA
Merlo, Gran Buenos Aires, Argentina

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La partida

Que digan «despegó el avión», me hace pensar en esos chistes de fideos, y río. Digo en voz baja para que no escuche el vecino de asiento, Río de Janeiro. Río Bermejo, Río Tercero, Río Cuarto, el que ríe último, ríe mejor. Feliz en el ascenso, porque hay una especie de voluptuosidad única. El avión sigue subiendo, subiendo más… más.
No acaba de subir. Arde difuso. Río, turbio.

Susana Szwarc
Ciudad de Buenos Aires, Argentina

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Aquellos números de la vida cotidiana se ven envueltos subrepticiamente en perspectivas subjetivas, pensó mientras las pantallas del avión se encendían.
Dentro de su bolsillo, un ticket contiene sus cifras de operación: 12261601. Muchas mujeres artistas inventan sus propios procedimientos -pensó- y así huyen de fantasmitas que, con fuerza, territorializan las ideas. 19 era la suma ante la causalidad de la escena, y también el famoso colectivo que reemplazó al 168 que pasaba frente a su departamento en la Capital de Buenos Aires.
Un atardecer busca volver los textos contra sí mismos.
¿Será el tiempo un viaje subjetivo?

LJT
Ciudad de Buenos Aires, Argentina

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