Microrrelatos Escenas de la vida cotidiana Primera parte

Compartimos los primeros Microrrelatos que llegaron a la Convocatoria Aniversario de Viví Libros 2017!

En uno de esos tantos días que sales de casa, a lo mejor corriendo o por el apuro de la hora, para llegar al trabajo, siempre un error se comete y te traiciona el sub-conciente. La cosa es que me apuré me arreglé, todo apurado comí, me puse colonia, comí, o sea, ya era como un robot, no tenía porque equivocarme, al cumplir con mi arreglo personal y salud. Tomé las llaves, mi celular, mis libros, mi portafolios, salí de casa, cerré la puerta, todo como siempre, ese día mi emoción era porque iba a dar una charla, antes de comenzar la clase. Todo bien, subí al transporte, todo chévere y lo curioso la gente veía mucho mi celular y yo notaba eso, pero yo tranquilo seguro y sereno. Aquí comienza el show, cuando entro al pasillo, me dice el portero: «Caramba profe que puntualidad, claro con ese reloj» y entro a la dirección a firmar pero allí no había nadie para alertarme, firmé y salí, derechito donde debía dar la charla, desde acá pude observar la gente sentada esperándome. Cuando llego al frente y saludo, tomo mi celular colgado en mi cintura para colocarlo en la mesa, sorpresa; era mi reloj despertador y yo me dije: ¿Qué es esto? disimuladamente en mi asombro; a los que estaban cerca, les dije: «Me gusta estar muy a tiempo en todo y esto me emociona» y lo coloqué en la mesa. Y me quedó el pensamiento; ahora sin celular, me traje el reloj. Y de allí siempre lo tomo como chiste y mis compañeros lo recuerdan para reírse, y yo cuando recuerdo mi loquera no dejo de reírme.

Pedro Ordaz
El Tigre, Venezuela
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Cotidianidad de anonimato

Después de comprar la verdura, pasé caminando por enfrente de la agencia de quiniela. Mentalmente hice la cuenta… me pareció que me sobraban veinte pesos. Entonces entré y jugué un “quiniseis”. Era miércoles, por lo tanto se jugaba esa noche.
Llegué a casa y con las primeras sombras de la tarde, preparé la cena. Algo rico para cuando llegara él del trabajo (le gusta sentarse a mirar el noticiero comiendo una picadita ¡y yo le doy el gusto!).
Las horas avanzaron, comimos tranquilos y nos fuimos a la cama. Cerca de las doce de la noche, me acordé: ¿habría pegado los seis números?
No me levanté a mirar el resultado. Esa noche, me dormí siendo millonaria…

Liliana Fernandez de Pozzi
San Justo, Provincia de Buenos Aires, Argentina
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El olor del guiso

Apenas pisé el pasillo, el olor del guiso me confirmó que, efectivamente, yo había llegado al lugar indicado. Así que, relamiéndome, comencé a recorrerlo. Debía llegar hasta el fondo si en verdad ansiaba encontrarme con lo mejor de la porción que, ya lo daba por descontado, me estaba reservada.
Y todo resultó conforme me habían informado.
El fondo del pasillo, el fondo del comedor, la cocina al fondo, el fondo de la olla, todo enmarcado por un fondo musical que, en el fondo, no hacía otra cosa que resaltar las virtudes del guiso, tal vez no exactamente el que yo había ido a buscar, pero sí el que el hambre construyó para mí y para otros, muchos otros, grandes y chicos que vamos desfilando así, de a uno en fondo, impregnados de un olor diferente al que me atrajo de entrada, apenas pisé el pasillo.

Mario Capasso
Villa Martelli, Provincia de Buenos Aires, Argentina
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Mi camino hacia la libertad

Mi relación con el cigarrillo data desde la adolescencia; probé por el simple hecho de experimentar que se sentía y seguí hasta que mucho tiempo después, específicamente en el mes de enero de 2011 intensifiqué el consumo; llegando a dos atados por día a raíz de situaciones traumáticas vivenciadas; y sus consecuencias llevaron a que pase el mayor tiempo en mi casa. Por lo que mi lugar de residencia se había convertido en un gran cigarrillo; por el humo y olor que había.
Al año, más o menos, en que el aburrimiento puede llevar a hacer algo tan productivo como reflexionar… me pregunté: Cómo sería mi vida sin el cigarrillo?, Cómo me sentiría? Porque al fumar por más de treinta años uno se olvida de cómo era su vida antes. Personas conocidas y amigos habían empezado algún tratamiento con anti-depresivos, laser, auriculoterapia, chicles etc. y los veía ansiosos, como que se habían obligado a dejar de fumar y la ansiedad seguía haciendo estragos. Mi objetivo no era ese porque no quería obligarme; quería tomar una decisión libre y tenía tantas ganas de saber cómo sería mi vida sin fumar que, así las cosas, el 10 de noviembre de 2012 decidí darme la oportunidad de re-nacer a una vida disfrutable con todos sus ingredientes y re-descubrí a mis otros sentidos; mi mirada cobró vida, al caminar por las calles de la ciudad un festín de aromas se hacía presente, disfrutaba cocinar y los alimentos eran más sabrosos, me re-encontré con mi olor y me dije: esto es vida. También identificaba con mucha facilidad a los que fumaban; ese olor tan característico que no podía definir; era tan raro, feo. Hasta que una vez, iba sentada en un colectivo y se para al lado de mi asiento una persona joven (fumadora) con un olor tan fuerte que me produjo nauseas y ahí pude darle un nombre; era olor a muerte, cosa que me hizo un clip y me dije: Así olía yo; a muerte.
Entre otras cosas, recuperé mi energía, mi buen humor, mi sensibilidad, tanto!!! Y como soy analítica por naturaleza me pregunté: Qué lugar ocupaba el cigarrillo en mi vida? Y me respondí: Mi libertad!!!

Nora Ángela Dantas
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
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Cotidiano

Desordeno los estantes, busco a tientas entre la ropa… pantalones, pulóveres, medias, guantes. Seres sin vida, desmayados y ausentes de mis formas. Aprecio que no sé vestirme. Nunca supe…
Lo saben la mudez de los espejos, el reloj que me apura, la rutina que me despierta y me consume…
Y es así como la nostalgia despereza el tiempo y una otra desnudez busca en los estantes un más allá de lo vestido y lo perfecto.

Liliana Fernandez de Pozzi
San Justo, Provincia de Buenos Aires, Argentina
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DUELO

Están frente a frente, tensos, atentos, es mucho lo que se juegan. La multitud ruge; poco a poco se hace silencio y desde el elevado trono sale la orden. Durante un largo rato, con suerte variable, esgrimen sus armas denodados. Finalmente, el duelo termina, pero para uno de los dos tenistas, hoy habrá otro…

Rolando Martiñá, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
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El hombre de las máscaras

Usted se levanta a las 7 de la mañana con los sonidos del despertador, apenas pone un pie en el piso frio de cerámica, siente el cansancio distribuyéndose por todo su cuerpo. Tiene 2 bolsas en los ojos, que intenta disimular. Sale de su departamento y antes de llegar al ascensor se cruza con el señor del piso de arriba, èl cual disfruto de un súper mega recital: le deben haber ardido las orejas – piensa al verlo- de tanto que lo maldijo la noche anterior; a pesar de todo, traspasado de sueño e insomnio le hace una sonrisa y lo saluda con la mano. Él le devuelve el saludo alegremente y hasta le avisa que en el bar de enfrente están promocionando el desayuno al 50 %.
SIN QUERER USTED, ACABA DE PONERSE SU PRIMERA MASCARA DEL DÍA.
Usted decidió no expresarle su disgusto, y por el contrario ser una persona pasiva, cordial y no generar conflictos… aunque le hubiera gustado mucho ponerle los puntos a ese señor!!
Arranca su camino hacia su trabajo, sin darse cuenta que eso que no dijo es el primer peso del día, la primera gota de acumulación en su vida cotidiana.
Usted llega a su trabajo con una molestia que no reconoce, aquello no dicho ya está incrustado en su ser.
Hoy cumple años su jefe, quien decide invitar a todos los empleados con una rica pizza. A usted no le queda otra que aceptar, aun teniendo bien presente los cólicos que le van a venir después de comer el primer bocado (tiene terminantemente prohibido por su médico los alimentos grasos), pero no puede negar la invitación, menos que menos después de la reunión que tuvo el jueves pasado en el que él le hablo de un aumento de salario si usted cumplía con todas sus expectativas… y sabe bien que una de ellas es no rechazar sus obsequios, su jefe es de esas personas que se toma todo muy a pecho.
SI, USTED ACABA DE PONERSE SU SEGUNDA MÁSCARA DEL DÍA, y por consiguiente un nuevo peso en su rostro…
Y yo que lo observo… tengo una duda:
¿Qué es lo que lo lleva a aceptar cosas que no quiere o a no reclamar sus derechos? Después se anda preguntando por qué se siente asfixiado, -cualquier persona en sus cabales se sentiría mal consigo mismo- ¿Qué lo lleva a la tolerancia, a no defender su persona, su bienestar?
Ya son las 5 de la tarde, usted se va de la oficina con el estómago revuelto… ¿será solo por la pizza? O ¿tendrá que ver su melómano vecino o lo que pudo pensar de usted su jefe?
Sigue su recorrido hacia su curso de inglés de los días jueves, de repente al entrar en la clase algo se enciende dentro de usted, le pasa siempre, y no sabe muy bien que es.
Usted en aquel lugar es la típica persona que suele llamar la atención, suele explayarse en público, hacer preguntas de esas elocuentes, ahí alza su voz; deja atrás a ese otro yo que no pudo enfrentar al vecino y que no le pudo decir que no a una mísera porción de pizza, por el qué dirán..
USTED ACABA DE PONERSE SU 3RA MASCARA DEL DÍA:
La realidad es que siempre quiso pasar desapercibido, ser el centro de atención no es lo suyo, pero su mandato familiar le pesa lo suficiente, como para no ser menos que sus dos hermanos mayores.
Me pregunto … ¿con que de usted mismo se encontrará a la noche?
Esta noche es muy deseada por usted, ya que se va a encontrar con su querida esposa que estuvo ausente unos días por trabajo. Usted le estuvo mintiendo en esas conversaciones que tuvieron por teléfono, le decía que todo estaba bien, que se arreglaba con los quehaceres domésticos, hasta le llegó a decir que estaba aprendiendo a cocinar y que eso le gustaba! Usted tiene muy presente que siempre fue muy dependiente de ella, y que en realidad la estaba pasando bastante mal; pero como no quería que ella se sienta incomoda, se mostró fuerte y no vulnerable, y no desnudó sus sentimientos..
SI, USTED SE PUSO UNA NUEVA MASCARA ANTE ELLA
Yo sigo con mis dudas…
¿Quién es usted en realidad? Es aquel que llama la atención en clase con su istrionismo o es aquella persona que no puede enfrentar una simple situación, ¿Cuál es su verdadero ser? ¿Dónde está lo introvertido en usted? ¿Y donde lo extrovertido? ¿Cómo puede dividirse tanto?, sin marearse claro…
Es que en esta vida, nada pero nada es lo que parece…
Todos cargamos con diferentes máscaras para cada lugar o situación, las vamos intercambiando según delante de quién o de qué estemos. El verdadero rostro se esfuma, se escapa de nuestro lado, se esconde detrás nuestro, a tal punto que a veces ni en las mas solas de las soledades podemos arrancarnos este cúmulo de parodias que se van impregnando en un yo confuso, un yo maleable, que se perdió buscándose..
Quizá “su fin”, sea este interrogante, esta máscara sin descubrir, este desborde de incertidumbre.

Juliana Calvo
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
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Prohibida para menores

¿Y yo? ¿Por qué no me llevan a mí? ¿Cómo que la película es “prohibida para menores”? No entiendo lo que dice mi mamá. Y menos a mi hermana, que me lleva “8 años y 8 meses”. Andá a saber por qué mi mamá dice siempre así: “Le lleva ocho años y ocho meses”. Tengo cinco, yo, y mi hermana ya cumplió los catorce, y entonces, parece, que con catorce puede entrar a ver las que son “prohibidas para menores”. Se ve que por ejemplo, yo, soy menor. Lloro. Pataleo. Me enojo. No hay caso. Dice mi mamá que no puedo ir. Que no me van a dejar entrar, dice también. Que otro día me llevan a ver otra cosa. ¿Otra cosa? Mi mamá no entiende nada. Yo quiero ir a ver “Socorro”. Es la última película de los Beatles, esos que cantan todo en inglés, porque escuché que son de Inglaterra. “Los cuatro de Liverpool”, dicen que son. Ni idea, sé que de acá no son, porque si fueran de acá, por qué corchos iban a cantar en inglés, para que una no entienda ni jota? En el jardín no me enseñan inglés, por ahí cuando sea más grande, puedo ir a estudiar, pero la verdad, no sé, mi hermana no estudia aparte de la secundaria, tiene unos libros, yo los vi, pero no va a otro lado a estudiar. Igual, ella canta las canciones. Yo no entiendo un pito lo que dicen, pero me encantan. “Jelpainidsambadi”, dice una. Y otra “Güiarlivininayelousabmarin”, más o menos, eso, parece que dicen. El asunto es que lloro y pataleo, pero no me llevan. Una amiga de mi hermana, un poco más grande, la viene a buscar y se van. Ella también me dice “No, corazón, vos no podés venir, sos muy chiquita”. Ah, sí? Chiquita? Chiquita, tu abuelita. Y ahí nomás pongo, en el piso, dos o tres papeles de diario (para que resistan un poco más) y meto todos los zapatos que tengo en la mesita de luz (bué, tampoco tantos, tres pares, tendré, o cuatro, sí, capaz que cuatro, son), los pongo todos y hago como un paquetito, viste, y medio como que se me salen pero los voy arrastrando, pucha que pesan y me voy acercando, desde mi cuarto, paso por el living y llego al hall de entrada, abro la puerta y llamo el ascensor. Y ahí, justo, justo, no va y se aparece mi mamá. Qué tipa oportuna. “Dónde vas, nena?”. “Me voy”, le contesto y la miro, eso sí, de bastante más abajo. Mi mamá se ríe y me abraza. No entiendo de qué se ríe. No veo por qué no me toma en serio. “Vení, nena, vamos a tomar la leche, querés, y guardamos los zapatos en su lugar”. “Pero, má, yo quiero ir al cine, no soy chiquita, soy grande ya!”, le grito, pero la suerte está echada y el episodio de los zapatos ya queda en los anales de mi historia.

Silvina Rodríguez
Olivos, Provincia de Buenos Aires, Argentina
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