E-mailiando con… Ricardo Goldenberg – Segunda Parte

Continuamos con la Segunda Parte del E-mailiando con… Ricardo Goldenberg, que estuvo a cargo de Viviana Rosenzwit.

Usted es argentino pero vive hace tiempo en Brasil, donde se habla el portugués. ¿Qué nos podría decir sobre su experiencia de practicar el psicoanálisis en una lengua que no es la materna?

Siempre y cuando uno haga el esfuerzo de aprenderla y bien, tanto la mirada como la voz extranjera pueden ser una ventaja desde el punto de vista clínico: hacer aparecer lo unheimliche dentro de lo heimliche. No siempre, sin embargo, estar condenado a ser el extranjero, en el sentido de Camus, es una ventaja. Y cuando se convierte en una identidad es necesario, si aún se puede, sacudirse la extranjería y hacerse un poco autóctono.

¿Cómo ha influido en su escritura?

Yo me fui de la Argentina muy joven y, a pesar de haber salido de la calle Independencia y de Barrio Norte, en materia de psicoanálisis soy mucho más brasileño que argentino. Digamos que el psicoanálisis «me sale» en portugués, y en cambio en castellano estoy obligado a decirlo todo de nuevo. No es exactamente una traducción. Es a lo que se refería Cortázar cuando le decía al amigo Haroldo De Campos que le había mejorado el poema al pasarlo para el portugués. Transcreación llama éste a la traducción. La única diferencia, es que para mí este proceso es de doble mano: la otra lengua no me deja dormirme en los laureles de la una (y si bien los papeles de una y otra se alternan, la que sufre en ambas es la gramática y la ortografía).

No deja de ser curioso que dos lectoras de mi libro, una oriunda de la literatura; la otra, del periodismo, me hayan dicho que mi estilo les recordaba a un autor inglés desconocido para mí (fui a conocerlo después de estos comentarios): Adam Phillips.

En este proceso que usted nombra como «de doble mano», ¿cómo influye que el castellano sea su lengua materna? ¿Qué distinción encuentra entre la lengua materna y la lengua adquirida?

Para no demorarme en teorizar esto, le doy un ejemplo: en portugués no se dice «gracias» sino «obrigado». Nuestro agradecimiento es un deseo de que Dios, no yo, la recompense por su bondad. Que la gracia divina sea con Ud. La obligación a que se refieren los brasileños – esto viene de la época de la colonia – es la que yo he adquirido con Ud. por el favor que me ha hecho, nominalmente, de retribuírselo (no hace falta leer el «Ensayo sobre el don» de M. Mauss para saber que «there’s no free dinner»). Pues bien, dudo que algún brasileño repare en la carga de deber que la fórmula lleva consigo: son cosas incorporadas, que se dicen sin pensar. Es precisamente por mi extranjeridad que el agradecimiento de una paciente cada vez que se despide de mí me llama la atención. Mi observación convierte una fórmula de la lengua en un significante que dice su posición de servidumbre en relación al Otro.

Y al revés, es el oído brasileño, extrañado con el uso que hago a veces de la lengua portuguesa, influenciado por mi castellano, que me lleva a pensar cosas de éste que jamás se me hubieran ocurrido de otro modo.

Usted nos trae un ejemplo donde incluye al escritor Adam Phillips, ¿nos podría contar un poco más sobre qué semejanzas encontró respecto a su estilo de escritura?

No mucho. Justamente, la semejanza me torna la lectura dificultosa. Digamos que es un cierto uso coloquial apoyado en ejemplos cotidianos o del cine y el teatro. El modo de construir las frases, de ordenar los párrafos se parece al mío. No sé: tal vez yo escriba como un americano. Al final estoy más influenciado, literariamente, por los anglosajones que por los franceses.

Por último, ya que cita su libro: No circulo cinico ou caro lacan, por que negar a psicanalise aos canalhas?, me gustaría preguntarle: ¿qué relación encuentra usted entre la canallada, o la posición canalla y la escritura?

No se me ocurrió pensar en una relación entre la canallada y la escritura. La biografía de Simenon lo pinta como un gran canalla, pero eso no se refleja en sus libros. En mi libro hablo de una novela a la que considero una obra cínica, por los efectos de significación producidos por su composición, pero eso no hace de la autora una persona de mala fe o de su libro una canallada. Paulo Coelho, por ejemplo, tocó en un nota adecuada a un deseo colectivo con sus novelas empalagosas, en esta época tan carente de ideales o de espiritualidades. Por eso se ha hecho millonario y ha debido inventarse una persona pública coherente con lo que se espera del autor de estas ideas. Personalmente no le creo nada, ni al personaje de barba blanca y sonrisa de gurú hindú, ni a los infantilismos que escribe (leí un solo libro y no pretendo leer otros; por eso tampoco me considero competente para criticarlo), pero debo reconocer que hace muy bien lo que hace: es el autor más vendido de la historia de Francia. Se puede decir que sea un canalla? Desde luego que no, pero sospecho que es un fenómeno de la era del cinismo.

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