E-mailiando con… Rudy – Segunda Parte

Continuamos con la Segunda Parte del E-mailiando con… Rudy (Marcelo Rudaeff), una entrevista vía e-mail que estuvo a cargo de Viviana Rosenzwit.

Se podría decir que el humorista, o al menos cuando escribe sobre la situación nacional de un país, se convierte en vocero de la sociedad?

No creo que sea vocero de la sociedad, porque eso implicaría pensar que hay una sociedad que tiene una opinión unánime, o al menos mayoritaria, «voceada» por el humorista. Yo no creo que la sociedad sea homogénea en su visión. Pienso que vivimos en sociedades con multiplicidad de opiniones. No en vano se habla, por ejemplo, de un país con 35 millones de ministros de economía, o de «directores técnicos» según hablemos de plata o de fútbol.

Creo que de hecho el humorista no es reflejo de las mayorías. No necesariamente las refleja, muchas veces, por el contrario, las critica.

Creo que el humorista dice algo que hasta ahora no se dijo de esta manera. No es, para mí, que el humorista diga «lo que la sociedad sabe pero no se atreve a decir», sino que dice «lo que la sociedad sabe, pero no sabe que lo sabía».

Cree que existen diferentes estilos dentro del humor o que cada escritor debe encontrar su estilo propio?

Pienso que cada escritor llega a un estilo propio, aunque hay influencias, autores insoslayables (en lo humorístico: Sholem Aleijem, Mark Twain, o más cerca, en la Argentina, Fontanarrosa, Les Luthiers…).

Cómo definiría su estilo particular?

Nuevamente entramos en un terreno pantanoso, el de las definiciones teóricas sobre algo que no tiene (no tengo) teoría. Digamos: escribo sobre lo que me hace reír. Lo que me parece absurdo, trato de mostrarlo como absurdo y verosímil a la vez, digamos, ideas absurdas, expresadas en formas verosímiles. Un personaje mío sería un tipo de carne y hueso, creíble, al que le pasan cosas increíbles. Es como si me estuviera copiando de la realidad, no? Porque en el fondo creo, o debo creer (mi próxima sesión devalará este misterio, o no), que todos somos personas creíbles, a las que nos pasan cosas increíbles, o absurdas, todos los días.

Escribo sobre mi «aldea», que a veces es mi tiempo, o mis mitos familiares, o los personajes de mi infancia (exagerados), o mis síntomas neuróticos (fobias, obsesiones), o los de la gente que me rodea. Esa es mi aldea, mucho más que un lugar geográfico.

No me gusta describir, y en cambio amo los diálogos divertidos. Como lector, o espectador de cine soy igual, un libro o película que se pone a describir, y describir, y describir…, sin que pase nada, me aburre. Pero no creo que esto defina «un estilo», en todo caso, son apuntes.

Ciertamente, usted maneja muy bien los diálogos y los remates en sus chistes logran un efecto sorpresa en el lector. Cuéntenos un poco más sobre cómo elabora esos diálogos tan jugosos.

Gracias. Quizás se trate de algo más experimental, vivencial, que «pensado». Yo disfruto mucho de los diálogos, ya sea de charlar con alguien en un bar, o por teléfono o por mail, como, ya dentro de lo literario, de leer diálogos escritos por otros. El diálogo ha sido y es parte cotidianísima de mi vida.

Algo parecido pasa con los remates de los chistes. Vengo de una familia con sentido del humor; vivo en una familia con sentido del humor, me rodeo de gente con sentido del humor. Un remate, un diálogo gracioso, entonces, es también «lo de todos los días». Sentado frente a la computadora, a la «hoja en blanco» intento que los personajes se interroguen de la misma manera, crear ese clima de la infancia, ver a mi abuelo y a sus hermanos chapurreando una mezcla de idish y castellano, ver a mis abuelos discutiendo. Pero parte importante del trabajo es poder dar un paso al costado, quedarse un rato afuera de la escena para entender los detalles, exagerarlos o caricaturizarlos.

En la práctica cotidiana, ¿qué estrategias utiliza para lograr escribir algo diferente, creativo y de actualidad todos los días?

La principal estrategia tiene que ver con poder registrar lo que a mí mismo me llama la atención, ¿qué absurdo percibí ese día?, ¿qué le llamó la atención a los demás (a los que me rodean)?, ¿por qué lo que para alguien es «normal» para otro es «absurdo»?. Una vez que registro eso, ya anduve la parte más difícil del camino. La estrategia principal sería entonces, tener las antenas, los radares, alertas, funcionando siempre.

Por último, cómo cree que influye la lectura para un humorista, ya sea cuando piensa en escribir un libro o cuando tiene que escribir un chiste de actualidad?

Algo ya dije refiriéndome a los autores insoslayables (que hay unos cuantos más). La lectura de los diarios es muy útil para los chistes de actualidad, sobre todo al comparar cómo una misma noticia tiene distinto peso en los diferentes medios.

Para un libro, bueno, los libros que vamos leyendo en la vida nos van abriendo las neuronas, nos van mostrando mundos diferentes, posibles e imposibles. Esa «apertura de neuronas» es esencial. Muchas veces uno lee una novela, descubre, «un nuevo mundo» y eso te impulsa a pensar en crear, vos también, otro mundo (o país, o familia, o personaje) diferente.

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