Microrrelatos Crónicas de viajes Quinta parte

Compartimos una nueva tanda de Microrrelatos que llegaron a la Convocatoria Aniversario de Viví Libros 2018! Recuerden que hay tiempo hasta el viernes 10 de agosto para presentar.

Llegar al lugar equivocado

En diciembre de 2015 realizamos un viaje familiar, en el que pisaríamos Europa por primera vez, nuestros destinos eran varias ciudades de Italia, pasando unos días también en el sur de Francia, la bella Costa Azul.
El viaje hasta Fiumicino, el aeropuerto de Roma, migraciones y equipajes lo pasamos de 10 puntos, y encima teníamos ya reservada una combi para que nos llevara a los 8, con 8 valijas y 8 bolsos, a nuestro hospedaje, en pleno centro de Roma, a 1 cuadra de la Piazza del Popolo, Vía Flaminia 16.
El chofer nos esperó con el cartelito, nos acomodamos y empezamos a recorrer la Ciudad Eterna sin preocupaciones.
Luego de media hora, nos indicó que allí estábamos, nos mostraba la puerta de nuestro destino, aunque no veíamos la Piazza, no dudamos de este romano, bajamos, pagamos y se fue.
Empezamos a preocuparnos cuando nadie contestaba el portero eléctrico, más aun cuando un hombre, aparentemente propietario de algún departamento del mismo edificio, nos quería hacer entender que no era posible que nos hubieran alquilado allí a 8 personas.
El error saltó a la vista cuando le mostramos nuestros papeles de reserva, estábamos en Flaminia 16, no Vía Flaminia, y no era nada cerca una de otra.
Un comerciante, al que el vecino le explicó nuestro percance, prestó su teléfono, para hablar con el propietario que nos había alquilado, quien ya estaba mal por la espera.
Fue el mismo comerciante quien le decía al propietario, que a la gente que esperaba en Piazza del Popolo, los habían dejado en otro lado.
Claro, el propietario no lo podía entender, y le dijo:” ¿cómo sabe usted eso?”
El comerciante señalándonos, como si por el teléfono nos pudiera mostrar, 8 personas, 8 valijas, 8 bolsos, le dijo: “porque los tengo acá”…
La suerte de nuestro lado por dar con estas personas que nos sacaron del apuro, y que el propietario llamó al chofer de la combi, y lo mandó a compensar su error, buscarnos, y con casi 2 horas de atraso, al fin, poder comenzar nuestras hermosas e inolvidables vacaciones familiares en Italia y Francia.

Oscar Scirocco
Ciudad de Buenos Aires, Argentina

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Una cabaña cerca del lago

El serpenteante camino entre los árboles era difícil de transitar. Una vez que dejamos la ruta 40, abandonamos la seguridad de lo conocido. Caminos sinuosos entre montañas nevadas eran nuestra compañía. Era lo que habíamos estado buscando para nuestras vacaciones. Una cabaña apartada del mundo, muy cerca de un lago y rodeada de bosques.
— ¿Estás segura que no nos equivocamos de camino? ¡No sé porqué elegimos este lugar!— dijo mi esposo Ricardo, con voz de yamecansédemanejar.
En realidad era bastante fácil perderse en medio de tantos árboles añosos y pequeñas calles que muchas veces terminaban en una vía cerrada. No había señal de internet ni de celular. «Deben ser las montañas», pensé.
— El plano que vino en el mail era claro, ruta 40, km 324, doblar a la derecha al llegar a la calle Del maitén y luego seguir hacia el sur, bordeando el lago— dije, mientras seguía con el dedo, el plano que habíamos traído de guía.
Creo que debemos de haber pasado por donde estaba un enorme nogal caído, al menos ocho veces. En algún lugar errábamos la ruta y volvíamos a donde ya habíamos estado.
— Bueno, el mail que recibimos era una basura, ¿Te olvidás que nos pasaron las tarifas de la temporada anterior y que te llamaron señora Rita en lugar de Alejandra?— dijo Ricardo.
—Debimos volver a buscar el GPS. No nos habríamos perdido con él— señalé nerviosa.
Los pocos carteles señalizadores del lugar eran de madera oscurecidos por el tiempo y el liquen del bosque los cubría casi por completo. Muchos estaban fuera de lugar, girados quizás por el viento y señalaban para el lado incorrecto.
El bosque se cerraba a nuestro alrededor y los extraños sonidos que oíamos nos estaban asustando.
Manejábamos en silencio; no queríamos reconocer que no sabíamos dónde estábamos.
—Ya no quiero quedarme acá, en medio de la nada. Este lugar me da miedo—dije.
— A mí también y he aprendido a hacerle caso a tus corazonadas ¿Volvemos a la ciudad que pasamos de largo hace unas horas?—preguntó mi marido.
Suspiramos aliviados al dar la vuelta. Ninguno de los dos vimos una silueta sombría parada delante de un complejo de cabañas. Tampoco vimos que la figura oscura llevaba un hacha ensangrentada en la mano.

Silvia Alejandra Fernandez
Mar del Plata, Argentina

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Un 15 de diciembre

Corría el día 15 de diciembre de 2015 y yo no podía estar más feliz.
Habíamos aterrizado en Roma, mas particularmente en el aeropuerto Fiumicino a eso de las 17 hs, estaba muy oscuro, así que aprendimos rápidamente lo que era Italia en invierno, había comenzado una aventura.
Un señor muy elegante, con un saco y unos zapatos de mucho nivel, tenía un cartel en la mano con nuestros apellidos para llevarnos a la casa donde nos hospedaríamos, ¿Armani? Dijo una voz, “parece el Armani de los remises” dijo otra, suspiré, me reí, y acto seguido procedí a hablarle para informarle que éramos nosotros a quienes estaba esperando, por supuesto, en un italiano hablado a la perfección, o eso creía yo…
Muchos querían antes de irnos del aeropuerto sacar alguna foto para compartir rápidamente a sus redes sociales, pero el WiFi no funcionaba, y nuestros teléfonos no tenían ningún tipo de señal alguna, parecíamos desconectados.
Luego de hora y media de viajar, pucha que si era lejos el aeropuerto de la ciudad, llegamos a un edificio que parecía antiguo y un montón de timbres nos separaban de encontrar a quien nos iba a alquilar el departamento para hospedarnos; ¿es acá? Dijo mi madre, el chofer la miraba pero no entendía, solo dijo “sono qui, via flaminia”, y afirmé con la cabeza. El chofer partió, sin ni siquiera dirigirnos la mirada, y nosotros no teníamos ningún piso al cual tocar timbre, ni ninguna forma de comunicarnos con el dueño.
A los 5 minutos, y mirando extrañamente todas nuestras valijas en el medio de la calle, pasa un señor mayor que me pregunta que es lo que estábamos esperando, a lo que riéndome le respondí que un milagro nos vendría bien.
Me encantaría ayudarlos pero no utilizo teléfono celular, me informó.
Le pregunté, por supuesto en mi notable italiano, si podía confirmarme estar en la dirección correcta, y mostrándole el papel con la dirección se le cambió la cara instantáneamente;
¡LOS DEJARON EN CUALQUIER LADO! Gritó riéndose el señor, que de a poco se volvía malvado en mi película, ustedes están en Via Pinturicci y tienen que ir a Via Flaminia! ¡Son como 30 cuadras de aquí!
Desesperado, sin forma de comunicarnos, entré al único local abierto de la cuadra, y entre risas irónicas, nervios, y ansiedad, les informé a los dueños sobre nuestra situación y les pedí si podían prestarme el teléfono para llamar, se rieron, me dijeron que me tranquilice, y llamaron para que nos vuelvan a pasar a buscar y nos lleven a la dirección correcta.
Les juro que cuando el chofer volvió, ya no era mas Armani, ni siquiera era Giorgio, simplemente era nuestra pesadilla, nuestra anécdota, nuestro cuento.
El 15 de diciembre de 2015 yo no podía ser más feliz, definitivamente había comenzado una aventura.

Julián Tarela
Ciudad de Buenos Aires, Argentina

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Amanece el espíritu

La consigna era llegar a orillas del Ganges a la madrugada, para ver el amanecer y presenciar una ceremonia aarti en uno de los tantos gahts. Caminamos unas pocas cuadras viendo la peor expresión de la rara dicotomía entre la miseria humana y la fe. Nos codeamos con devotos tomando un baño purificador en las aguas sagradas. Subimos a una precaria barca conducida por un hombrecito de dudosa edad (no era viejo pero parecía que la vida le había cobrado varias cuentas) que nos llevó sin prisa y sin pausa por el recorrido más enriquecedor que vivimos hasta ahora. Imágenes increíbles pasaban frente a nuestros ojos emulando una película, muy pintoresca, desgarradora por momentos, inolvidable! Ofrendas a madre Gangha mediante, oramos al Dios que cada uno de los que íbamos en la barca venerábamos y agradecimos a la vida que nos puso en ese lugar y en ese momento con nuestras debilidades y fortalezas… Casi como broche de oro el sol comenzó a asomar entre vuelo de pájaros, olor a sándalo e increíbles colores bañando nuestras almas… Me pregunté cómo, por qué y cuándo llegué a ese lugar y las lágrimas de infinita felicidad rodaron por mis mejillas… Ahí, como en ningún lugar me había pasado antes, amaneció mí espíritu …En el aire, todas las almas que allí se elevaron nos abrazaron tiernamente. No olvidaremos la experiencia, solo hay que vivirla, no tratar de explicar ni entender, solo dejarse llevar por ella.

Sandra Soto Troia
Corrientes Capital, Argentina

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Rumbo a Río de Janeiro

Después de pasar un año con muchas emociones fuertes, reconocí que necesitaba realizar un viaje para descansar, elegí ir a Río de Janeiro.
Era la primera vez que viajaba en avión. Decidí no tener expectativas previas, sino disfrutar de todo lo que se me fuera presentando. Eso sí, sabía que no quería salidas nocturnas, tomar alcohol o buscar novio. Por esa razón, llevé muy poca ropa, una capelina azul, unas ojotas playeras y las sandalias que tenía puestas. Para qué más.
Pedí que me ubicaran junto a una ventanilla, ya quería experimentar qué sentiría al contemplar el cielo, las estrellas y los sonidos del silencio, y tuve ventanilla.
Las palabras desaparecieron, sólo tuve emociones y recuerdos de mi niñez, cuando cada vez que veía pasar un avión decía que un día yo viajaría en uno de ellos.
El segundo día en Río me sumé a parte del contingente que viajó conmigo, fuimos a almorzar a un lugar cercano al hotel. Nos fuimos sentando como íbamos llegando, sin intención alguna.
Frente a mí, quedó ubicado un hombre con unos ojos claros que me empezaron a seguir a todas partes, al punto de sentirme vigilada. En las excursiones de los días posteriores, busqué esos ojos, y deseé observarlos por largo tiempo.
Un mediodía, viajando en barco, el dueño de esos ojos claros me robó un beso, sí, literalmente, como en las películas y todos los prejuicios con los viajé cayeron al mar. Amor en Río.

María Victoria Eraso
Ciudad de Rosario, Santa Fe, Argentina

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